noviembre, 2018
Terminé la ascensión antes de la hora prevista. Subí en compañía de mis fantasmas, acometiendo la cara más temida por los alpinistas, la ruta que todos me desaconsejaron. Me postré sobre la explanada rocosa de la cima. Era todo piedra apagada por el tiempo y erosionada por el viento. Pequeñas valientes salían de las grietas y florecían, se mostraban delicadas y ocultaban un espíritu obstinado. Seguir leyendo…
Frío. Cuando entré en la tienda aquella mañana de octubre sentí frío. Momentos antes, en el Paseo de Recoletos, las hojas de los castaños de indias surcaban un aire gélido y seco. Parecían haber perdido el color. Aquella mañana no había luz, no había color, no había rojos ni naranjas, ni mil amarillos con los que jugar a definir como más rojo o más naranja.
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