[…] ¿Y si nos dedicamos a demoler barreras, en lugar de aplanar y doblar teléfonos móviles?
Las alas que le habíamos regalado servían para volar, pero él insistió en devolverlas. El día de su cumpleaños las acoplamos a su silla y salió disparado por la ventana. Nos contó que había volado junto a un halcón y que aprendió a controlar las rachas de viento. Pero es complicado, dijo, debes estar atento al tráfico de coches voladores, drones, y también están esos viejos cables de electricidad.
Al anochecer, se acercó cabizbajo, con las alas sobre el regazo y dijo:
—Hay que devolverlas, papá. Me siento más seguro con las ruedas.
—Sí, hijo. A los mayores aún se nos olvida que ya vivimos en un mundo sin barreras.
FIN
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