Me habría gustado coser desde niño. Sí, me habría encantado, pero mi abuela siempre me decía que eso era cosa de niñas.
—Ay, Antoñito, como sigas así, se te va a caer la pirindola —decía sonriendo. Me ponía una pelota de trapo en las manos y me echaba de su taller de costura.
—Toñy, cuenta atrás desde diez. ¡Qué te oiga yo! —dice el anestesiólogo.
—[…] Seis, cinco, cuatro… —digo sonriendo, emocionada y nerviosa.
Una genitoplastia feminizante hará realidad mi sueño y el augurio de mi abuela. ¿No habría sido más fácil ponerme a coser desde niño?
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