Ramalazo poético o algo así
La luz crepuscular proyecta una legión de gigantes en el horizonte, bestias de acero y fibra con brazos inarticulados y corazón de madera. Colosos que sucumben a la erosión de la distancia y niegan el movimiento en respuesta a la pusilanimidad del viento de noroeste. Seguir leyendo…
El beso. Ahora sé que fue eso, aquel maldito beso. Un beso que paró el tiempo y me hizo olvidar por un instante que estaba muerto, que bajó el telón de aquel antro y volatizó a diez o doce borrachos, que silenció las músicas y apagó las luces. Seguir leyendo…
Quiero que sepas que estoy aquí, allí, sí, aquí donde nos vimos por última vez. Aunque la madrugada y todo lo que nos metimos aquella noche esturbiaron el recuerdo, lo recuerdo, sí, aún lo recuerdo. Yo lloraba. Creía que me moría. Tú me consolabas como a un niño, me besaste en la mejilla y te alejaste en silencio sin darme la espalda, sonriendo, mirando, negando. Seguir leyendo…
Antes de conocerte, mi vida era gris, simple, sencilla. Todos los días empezaban con un crepúsculo y terminaban con otro; yo los contemplaba desde mi ventana, con un vaso de vino, tinto, siempre de la misma marca, siempre comprado en la misma tienda, siempre mirando al suelo, ignorando la misma sonrisa, siempre del mismo dependiente. Seguir leyendo…