amor
¿Recuerdas el balcón donde tomábamos el té? Seguir leyendo…
Aquel día de octubre, el amor y la felicidad disfrutaban de un sol inesperado en un café de París. El romanticismo, siempre esquivo y fugaz, se revelaba esta vez en forma de dos tazas que esperaban en silencio. Como no podía ser de otra forma, el tiempo había servido un cortado para el amor y un expreso para la felicidad. Un cenicero de porcelana y un vaso de agua estorbaban sin esperanza de ser de utilidad y de ser bebida, respectivamente. El amor reía con las bromas de la felicidad, y ésta, imprevisible y también risueña, le agradecía su invitación de última hora. Y todo eran risas, besos, caricias y mariposas en el estómago, hasta que la felicidad se levantó y dijo:
—Necesito ir al servicio. Seguir leyendo…
Los besos que no se dan, se van para siempre con el árbol de los besos perdidos. Seguir leyendo…
Un día sin sol que paseaba por calles sin vida, me di de bruces con el amor. Estuve toda la tarde buscándolo para pedirle disculpas. Cuando me di por vencido, me senté en una terraza y pedí una servilleta para escribir. El amor se sentó a mi lado y sonrió. Seguir leyendo…